Manipulación de la verdad, el caso de Honduras

Manipular es presentar lo falso como verdadero, y la forma más clara de manipulación es la mentira.

Zelaya busca su reinstalación en la Presidencia de Honduras.
Zelaya busca su reinstalación en la Presidencia de Honduras.

Desde el golpe de Estado del 28 de junio, los habitantes de Honduras han sido abusados por la propaganda y contrapropaganda de los dos bandos que disputan el poder político en el país. Esto implica que la población escucha, mira y lee información deformada acerca de la realidad, pues los mensajes propagandísticos con frecuencia van acompañados con distorsión de los hechos, dirigidos a estimular los prejuicios y las pasiones de la masa, no el uso de la razón.

El retorno del depuesto presidente Manuel Zelaya a su país ha llevado al clímax la tragicomedia iniciada hace casi tres meses, cuando fue sacado por la fuerza de su casa y llevado a Costa Rica, señalado de querer convertirse en dictador y perpetuarse en el poder. La estratagema urdida por los seguidores del ahora presidente de facto Roberto Micheletti ha sido repudiada de manera casi unánime, prueba de ello es que su gestión no ha sido reconocida por la comunidad internacional.

Micheletti y sus seguidores buscan que Zelaya sea juzgado y procesado.
Micheletti y sus seguidores quieren que Zelaya sea procesado.

Sin duda, a partir de ahora, se llegará a los niveles más altos de tensión como consecuencia de los ánimos predispuestos del público por la propaganda y ocurrirán una serie de acontecimientos que desenredarán la folclórica trama político-legal para que todo vuelva a la “normalidad”. Ojalá que ese desenlace ocurra sin derramamiento de sangre, pues ya lo decía Octavio Paz: “las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo… Del miedo al cambio.”

Esa peligrosa facilidad con que la muchedumbre agitada cambia de parecer ante los hechos cuando se manipula la verdad, fue  plasmada de manera admirable por William Shakespeare en la obra “Julio César”, con la oración fúnebre de Antonio, que me parece oportuno repasar ante lo que se viene en Honduras.

Este clásico discurso lo puso Shakespeare en boca de Marco Antonio, amigo de Julio César, ante el cadáver de éste, después de haberse llevado a cabo el complot en que murió asesinado con la participación de Bruto. Marco Antonio trataba de ganar el pueblo a la causa de los amigos de César:

BRUTO. -Si hubiese alguno en esta asamblea que profesará entrañable amistad a César, a él le digo que el afecto de Bruto por César no era menos que el suyo. Y si entonces ese amigo preguntase por qué Bruto se alzó contra César, ésta es mi contestación: «No porque amaba a César menos, sino porque amaba más a Roma.” ¿Preferiríais que César viviera y morir todos esclavos a que esté muerto César y todos vivir libres? Porque César me apreciaba, le lloro; porque fue afortunado, le celebro; como valiente, le honro; pero por ambicioso, le maté. Lágrimas hay para su afecto, gozo para su fortuna, honra para su valor y muerte para su ambición. ¿Quién hay aquí tan abyecto que quisiera ser esclavo? ¡Si hay alguno, que hable, pues a él he ofendido! ¿Quién hay aquí tan estúpido que no quisiera ser romano? ¡Si hay alguno, que hable, pues a él he ofendido! ¿Quién hay aquí tan vil que no ame a su patria? ¡Si hay alguno, que hable, pues a él he ofendido! Aguardo una respuesta.

TODOS. – ¡Nadie, Bruto, nadie!

BRUTO. – ¡Entonces, a nadie he ofendido! ¡No he hecho con César sino lo que haríais con Bruto! Los motivos de su muerte están escritos en el Capitolio. Su gloria no se amengua, en cuanto la merecía, ni se exageran sus ofensas, por las cuales ha sufrido la muerte.

TODOS. – ¡Viva Bruto! ¡Viva, viva!

CIUDADANO PRIMERO. – ¡Conduzcámosle en triunfo hasta su casa!

ANTONIO. -¡Amigos, romanos, compatriotas, prestadme atención! ¡Vengo a inhumar a César, no a ensalzarle! ¡El mal que hacen los hombres les sobrevive! ¡El bien queda frecuentemente sepultado con sus huesos! ¡Sea así con César! El noble Bruto os ha dicho que César era ambicioso. Si lo fue, era la suya una falta, y gravemente lo ha pagado. Con la venía de Bruto y los demás -pues Bruto es un hombre honrado, como son todos ellos, hombres todos honrados- vengo a hablar en el funeral de César. Era mi amigo, para mí leal y sincero, pero Bruto dice que era ambicioso, y Bruto es un hombre honrado. Infinitos cautivos trajo a Roma, cuyos rescates llenaron el tesoro público. ¿Parecía esto ambición en César? Siempre que los pobres dejaran oír su voz lastimera, César lloraba. ¡La ambición debería ser de una sustancia más dura! No obstante, Bruto dice que era ambicioso, y Bruto es un hombre honrado. Todos visteis que en las Lupercales le presenté tres veces una corona real, y la rechazó tres veces. ¿Era esto ambición? No obstante, Bruto dice que era ambicioso, y, ciertamente, es un hombre honrado. ¡No hablo para desaprobar lo que Bruto habló! ¡Pero estoy aquí para decir lo que sé! Todos le amasteis alguna vez, y no sin causa. ¿Qué razón, entonces, os detiene ahora para no llevarle luto? ¡Oh raciocinio! ¡Has ido a buscar asilo en los irracionales, pues los hombres han perdido la razón! ¡Toleradme! ¡Mí corazón está ahí, en ese féretro, con César, y he de detenerme hasta que torne a mí…
¡Si tenéis lágrimas, disponeos ahora a verterlas! ¡Todos conocéis este manto! Recuerdo cuando César lo estrenó. Era una tarde de estío, en su tienda, el día que venció a los de Nervos. ¡Mirad: por aquí penetró el puñal de Casio! ¡Ved qué brecha abrió el implacable Casca! ¡Por esta otra le hirió su muy amado Bruto! ¡Y al retirar su maldecido acero, observad cómo la sangre de César parece haberse lanzado en pos de él, como para asegurarse de si era o no Bruto el que tan inhumanamente abría la puerta!

¡Porque Bruto, como sabéis, era el ángel de César! ¡Juzgad, oh dioses, con qué ternura le amaba César! ¡Ése fue el golpe más cruel de todos, pues cuando el noble César vio que él también le hería, la ingratitud, más potente que los brazos de los traidores, le anonadó completamente! ¡Entonces estalló su poderoso corazón, y, cubriéndose el rostro con el manto, el gran César cayó a los pies de la estatua de Pompeyo, que se inundó de sangre!

Los que han consumado esta acción son hombres dignos. ¿Qué secretos agravios tenían para hacerlo? ¡Ay! Lo ignoro. Ellos son sensatos y honorables, y no dudo que os darán razones. ¡Yo no vengo, amigos, a concitar vuestras pasiones! Yo no soy orador como Bruto, sino, como todos sabéis, un hombre franco y sencillo, que amaba a su amigo, y esto lo saben bien los que públicamente me dieron licencia para hablar de él. ¡Porque no tengo ni talento, ni elocuencia, ni mérito, ni estilo, ni ademanes, ni el poder de la oratoria, que enardece la sangre de los hombres! Hablo llanamente y no os digo sino lo que todos conocéis. ¡Os muestro las heridas del bondadoso César, pobres, pobres bocas mudas, y les pido que ellas hablen de mí! ¡Pues si yo fuera Bruto y Bruto fuera Antonio, ese Antonio exasperaría vuestras almas y pondría una lengua en cada herida de César, capaz de conmover y levantar en motín las piedras de Roma!

TODOS. – ¡Nos amotinaremos!

CIUDADANO PRIMERO. – ¡Prendamos fuego a la casa de Bruto!

CIUDADANO 3. -¡En marcha, pues! ¡Venid! ¡Busquemos a los conspiradores!

(Shakespeare, Julio César)

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